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FanFic Crepúsculo

Hola a todos!!!!!

Por si no lo sabíais, soy un gran graaaannn admirador de la saga Crepúsculo y se me ocurrió escribir una escena, un fanfic, para celebrar los 10 años de esta maravillosa historia. Deseo que os guste y comentéis si ha sido así.

La escena que he escrito es sobre la primera parte de la saga. ¿Recordáis cuando Edward quiere cambiarse de clase para no estar con Bella? Siempre he imaginado que pasaba cuando él se iba tan enfadado de allí.

Pues bien, aquí tenéis la escena bajo la visión de Edward Cullen, según mi humilde punto de vista.

 

(En homenaje a Stephenie Meyer y los 10 años de la Saga)

Abandoné la perturbadora oficina de administración cabreado por no poder cambiarme de clase, furioso por mi incomprensible e inesperada debilidad, y rabioso por el poder que esa humana ejercía sobre mí; un poder que jamás había experimentado y estaba a punto de volverme completamente loco y salvaje. Peligroso. Casi lo consiguió en la clase de biología; ni yo mismo sé de dónde saqué tantas fuerzas para no abalanzarme sobre ella delante del resto de alumnos y satisfacer mi mayor y único deseo.

Corrí por los pasillos del instituto lo más rápido y humanamente posible para salir al exterior y, después, en un segundo ya estaba dentro de mi Volvo haciéndolo rugir. Sin más espera y sin tiempo a pensar o recapacitar y volver a por ella, atravesé el aparcamiento del instituto como si de una pista de rally se tratase.

Si no había forma alguna de cambiarme de clase, dejaría el instituto. No podía… No debía volver a estar tan cerca de ella. Puede que incluso tuviera que irme de Forks, de Washinton, de Estados Unidos para dejar de percibirla. Tenía su delicioso aroma incrustado en mis fosas nasales, desesperándome por momentos, haciéndose cada vez más y más intenso, como si ella viajara en la parte trasera del coche. Miré por el retrovisor para confirmar que no era así y tensé la mandíbula, maldiciendo porque no fuera así.

La música estallaba por los altavoces con el propósito de relajar a la mayor de las bestias. Algo inútil. Discurría por las calles de Forks a una velocidad superior a la permitida, pero me daba igual. Necesitaba alejarme y calmarme, o arrancaría el volante de cuajo.

Pulsé un botón en el salpicadero y aguardé con la poca fuerza de voluntad que me quedaba. La música se cortó en el momento en que él contestó:

–Dime, Edward.

–¡Carlisle! –grité alarmado al bluetooth del coche–. ¡Necesito que vayas a casa, ahora!

–¿Qué ocurre, hijo? –preguntó preocupado.

–No… No puedo… –gruñí atormentado y pisé el acelerador a fondo, cuando cruce la salida del pueblo.

–Voy ahora mismo –murmuró apresurado y colgó.

La música volvió a explotar por los altavoces y rugí con intensidad, notando en mi garganta el ardor de la descomunal sed de sangre que tenía. No iba a poder soportarla ahora que sabía que existía, o acabaría desquiciado.

Con ese pensamiento invadiendo mi alterada cabeza, empecé a reducir velocidad, dispuesto a regresar a por la humana. Necesitaba hacerlo.

«Ya voy, Edward. Sea lo que sea lo que te pase, lo solucionaremos. He avisado a tus hermanos»

Escuchar en mi cabeza la preocupación de mi padre adoptivo, quien había dado todo por mí, consiguió enderezar ligeramente mi parte salvaje. Sabía que no duraría mucho, lo justo para llegar a casa, por eso aceleré de nuevo el Volvo.

Ni siquiera me preocupé de parar el motor cuando llegué y entré en casa como un relámpago.

Esme, que me esperaba fuera, lo hizo detrás de mí.

¿Qué pasa, Edward? –preguntó, deteniéndose en un extremo del salón con semblante preocupado–. Ha llamado Carlisle para avisarme que venías hacia aquí y él también.

Es… En clase… –balbuceé turbado, cruzando el amplio salón de un lado a otro, con las manos en la cabeza.

«Nos han descubierto»

¡No! –gruñí a su pensamiento–. Pero casi…

Las imágenes torturaban mi cabeza, incrementando mi sed; imágenes de ella entrando en clase, cohibida y algo azorada, ruborizando su pálida piel; imágenes de ese trasto inútil de ventilador agitando su cabellera y esparciendo con ferocidad su exquisito aroma por todo el aula; imágenes de sus confusos y temerosos ojos almendrados clavándose en mí…

Carlisle llegó como una fuerte ventolera y se colocó junto a su esposa, ambos observándome extrañados e inquietos.

Cuéntame, Edward –pidió él.

Me detuve y los miré con auténtico terror.

Deseo… –rugí con la poca voz que lograba atravesar intacta ese fuego de mi garganta–, fervientemente… cada gota… de su sangre.

Los dos se miraron y después, de nuevo a mí.

¿De quién hablamos? –siguió preguntando.

¡De la nueva! –grité encolerizado y agitando el brazo con desprecio. Lo único que no sentía por ella.

Eres fuerte. Podrás superarlo, como has hecho siempre.

Esto no –negué con la voz rota–. Es diferente.

¿Cómo de diferente? –curioseó Esme.

Es única –aseguré a la vez que los miraba.

Mira dónde estás, hijo –comentó Carlisle–. En casa. Viniste y la dejaste allí. Te controlaste.

No voy a poder soportarlo mucho más. Quiero ir a por ella.

Carlisle dio un paso adelante con los brazos abiertos en señal de tranquilidad, justo en el momento en que los demás llegaban.

¿Qué ocurre? ¿Por qué tanta urgencia? –preguntó Alice, que observaba la escena igual de confusa que el resto.

Edward está un poco alterado –explicó Carlisle sin dejar de vigilarme.

Apreté los dientes con todas mis fuerzas, al igual que los puños, y sonreí de pura rabia. Alterado no era ni mínimamente comparable a cómo me sentía.

Miré hacia los grandes ventanales del salón, desde donde se veía la inmensidad del bosque, y pensé en atravesar el cristal.

Emmett –indicó nuestro padre adoptivo y éste se interpuso en la trayectoria que había pensado.

Mi hermano, a parte de grande, era el más fuerte de la familia, pero mi don de leer mentes y predecir sus movimientos era la mejor habilidad para luchar contra él.

«No dejaré que pases, hermanito»

Su sonrisa me confirmó que haría hasta lo imposible por conseguirlo. Incluso deseaba que lo intentara; podía ver las ganas que tenía de golpear a alguien con el piano.

Edward –habló Carlisle a pocos pasos de mí–. Confiamos en ti y sabemos que no harías nada en contra de tus principios.

Pues no deberíais confiar tanto.

Esquivé a mi padre lo más rápido que pude y corrí hacia la barrera familiar que formaban Esme, Alice, Jasper y Rosalie, en dirección a la puerta. En mi mente solo la tenía a ella; solo la olía a ella; solo escuchaba sus acelerados latidos. Puede que ése fuera el motivo por el que no estuve atento a Alice, la única que podía descubrir mis planes, y no pude anticiparme lo suficiente. Ella se interpuso en mi veloz trayectoria y me golpeó a la par que yo a ella, saliendo disparados cada uno en una dirección. Yo caí sobre la mesa de cristal del salón, haciéndola añicos, y para cuando quise darme cuenta, Emmett y Carlisle me sujetaban por los brazos, y Esme y Rosalie por las piernas. Me agité y revolví intentando zafarme de ellos, pero eran demasiados.

¡No sabéis lo duro que esto! –les grité con los ojos a punto de salir de sus órbitas.

¡Jasper, te necesitamos aquí! –lo llamó Carlisle.

Éste dejó a una aturdida Alice y se colocó sobre mí, con las manos presionando mi pecho. Su don para calmar hizo efecto enseguida y, aliviado, pude dejar de sufrir.

Tiene una lucha muy fuerte en su interior –explicó Jasper, que no cesó en utilizar sus artes para controlarme.

Él la superará –confió Carlisle.

¿Y si no puede? –planteó Rosalie–. ¿Y si la sed es más fuerte que la poca humanidad que le queda?

Tengo que irme –contesté adormilado, captando la atención de toda mi familia adoptiva–. Me iré a Alaska.

Estoy seguro que si sale de caza…

Deja que vaya –interrumpió Alice a Carlisle, colocándose de pie a su lado.

Todos entendieron lo que yo vi en la mente de mi hermana preferida: Alaska me haría bien.

De acuerdo –aceptó Carlisle–. Jasper y Emmett irán con él hasta la frontera.

Sus voces mentales me aturdían con un mismo pensamiento. Cada uno de ellos temía no verme más.

Rosalie y Esme fueron a preparar una maleta rápida mientras el resto me llevaba al Jeep de Emmett. En mi cabeza continuaba ese deseo irrefrenable por la humana, aunque gracias a Jasper, con menos intensidad.

Alice… –comencé a hablar cuando me metieron en el coche.

Sé que lo sientes –sonrió ella–. El regalo que me traerás de Alaska lo solucionará todo.

Sonreí con ella y me hice a un lado, para dejar sitio a Jasper.

Emmett salió disparado con el Jeep en cuanto las chicas metieron mi mochila en el maletero. Atrás dejaba mi hogar y mi familia. Sentía que los había decepcionado, sobre todo a Carlisle. Y todo por ella; por Isabella; por Bella.

Para Stephenie y los fans de la saga, con cariño y admiración

Olivier Moon 😉

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